
Son las marionetas de un teatro que no cesa;
como el rayo,
violento torpedo, efímero halo que
de brillante luz, ilumina una estancia
aquella de la que brota tedio, oscuridad y pobreza
como la imagen de una flor deshojada en primavera.
Son los cuerpos que aletean
por liberarse de una prisión artificial
creada por y para el viviente
por desatar en frenesí el espíritu
aquel de cuyo verdugo son el odio y el temor
y es que han sido -y serán- alumbrados en opresión.
Son la herencia de una historia corrupta,
de la sinrazón,
germen que de la alienación brota;
almas perdidas consumidas por la inexistencia,
por la más absoluta nada.
Ahora, ¿en qué se convertirán?
Pasente.
Preturo.
Fusado.
Aunque todo se confunde,
nada se altera.
Aunque todo transcurre,
nada se transforma.
Aunque existen,
nadie siente.
Nadie vive.
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